El derecho a elegir

Mucho se ha hablado de las diferentes dimensiones que están en juego a partir del tratamiento del proyecto de Ley de Bienestar Animal en la Comisión de Biodiversidad de la Asamblea Nacional, entre ellas la seguridad alimentaria, la nutrición, la economía y la protección de fuentes de empleo. Sin embargo, existe una adicional que corresponde al tema de libertades de la que se ha hablado poco.

Muchos de nosotros encontramos diariamente diferentes opciones en el mercado al momento de escoger el producto que deseamos consumir, y nuestra decisión depende de varios factores, entre ellos la relación entre calidad y precio, determinada marca, presentación, promociones, o tradición en el hábito de compra.

Un caso puntual es el de los huevos de gallina, cuya oferta en el Ecuador es variada y abundante. El consumidor puede optar por una gran cantidad de oferta, ya sea en centros de abasto tradicionales o supermercados. Aquí justamente es donde se refleja claramente un principio de libertad de consumo, pero también de diferenciación de segmentos de consumidores. En determinados supermercados existe la posibilidad de hallar –aunque en poca cantidad- huevos de ‘gallinas libres’ y también huevos tradicionales. Esta variedad de oferta es prácticamente inexistente en los mercados populares.

Si detenemos un poco el análisis, nos daremos cuenta que la proporción entre la oferta de huevos de ‘gallinas libres’ frente a la de los huevos tradicionales es muy inferior, y esa situación viene aparejada de otras características como una diferencia abismal de precios (en un caso, la cubeta de 30 huevos puede llegar a costar 11 dólares, frente a 3 o 4 dólares que cuesta la cubeta de 30 huevos tradicionales).

El hecho es que nada sucede por azar y esta situación obedece a una realidad de mercado y de hábito de consumo que tiene sus propias dinámicas: una familia con ingresos justos para cubrir sus necesidades, optimiza el uso de su dinero adquiriendo alimentos –en este caso proteína- de bajo costo y alta calidad nutricional como los huevos. Esto ha ocurrido durante décadas porque se trata de una solución práctica a la hora de alimentar a todos los miembros del núcleo familiar.

Pretender que esa realidad cambie porque se ponga en vigencia una ley, sencillamente causa daño por donde se lo vea. En primer lugar el impacto económico para las familias. Si el cálculo es que cada persona del núcleo familiar consume alrededor de 16 huevos mensuales, y asumimos que aquella familia está integrada por cuatro miembros, nos da un total de 64 huevos mensuales los que se debe comprar. Si se trata de huevos tradicionales, estaríamos hablando de un gasto de 8,32 dólares, mientras que para el caso de los huevos de gallinas libres, ese monto ascendería a 23,04 dólares. Si desapareciese la opción de los huevos tradicionales, ¿cuál sería la alternativa para una familia de ingresos limitados? Quizá buscar otras opciones alimentarias más baratas, pero nunca equiparables a la calidad nutricional del huevo, lo que pone en riesgo la salud misma de las personas.

Por otro lado estaríamos ante una evidente violación a lo que expresamente consta en la Ley Orgánica de Defensa del Consumidor, cuando habla del “derecho a la protección de la vida, salud y seguridad en el consumo de bienes y servicios, así como a la satisfacción de las necesidades fundamentales y acceso a servicios básicos”, y el “derecho a que proveedores públicos y privados oferten bienes y servicios competitivos, de óptima calidad, y a elegirlos con libertad”.

¿Dónde quedaría la libertad de elegir para el consumidor si se aplicase una ley que proscribe una modalidad de producción y solo permite otra, exclusivamente? ¿Dónde queda el derecho de poder acceder a bienes competitivos, si solo existiría una modalidad única de producción que, de por sí es altamente costosa y que convertiría al producto final en prácticamente inalcanzable por su precio?

Como vemos, el abordaje del Bienestar Animal y de los derechos de los animales no comienzan ni terminan en el ámbito de la protección animal. Existen muchas otras dimensiones y realidades que atraviesan esta problemática, que no pueden ser dejados de lado y que tienen que ser incorporados a la discusión.

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